- FUNDAMENTOS ANTROPLÓGICOS DE LA ÉTICA.
Para la ética, que atiende a las acciones y al comportamiento humano, es importante tener una base antropológica. El pensador Sócrates (Atenas, 470-399 a.C.) considera que ningún zapatero puede ser bueno en su oficio si no conoce previamente qué es un pie. Así también para que algo sea bueno para la mujer y el hombre primero es necesario conocerlos, Por ello ¿qué es una persona?
Es lo más perfecto de la naturaleza y está en el centro de la reflexión ética. Eso es la persona.
Boecio (Roma, 477-Pavía 524), definía a la persona como una “sustancia individual de naturaleza racional”. Esto nos da a entender que persona es una característica del individuo, un tipo específico del individuo, una naturaleza especialmente dotada por el hecho de ser portadora de razón. La sustancia designa una realidad que existe en sí misma y por sí misma, que subsiste. Esto significa una unidad subsistente compuesta, al igual que todo ser físico, de materia y forma; en este caso, de cuerpo y alma. La unidad individual significa que la persona es algo único, irrepetible. Así, cada ser humano es una totalidad con un centro unitario, el yo, que no solo se distingue de los seres de otras especies, sino también de los de su misma especie. Cada persona tiene su historia y biografía, su obrar libremente. Las personas nos diferenciamos por nuestra naturaleza racional, con una inteligencia y una voluntad libre.
La dignidad humana, sus derechos y sus deberes, así como su interioridad, es algo propio de cada persona. Esta es un fin, un bien en sí mismo, no una realidad útil o instrumental. Cada persona tiene un valor insustituible. La persona, por su inteligencia, es capaz de llegar a la verdad. La inteligencia es la facultad de leer el interior de las cosas, trascendiendo los datos aportados por los sentidos. Como sujetos nos ponemos frente a las cosas reales naturales, entre ellas y nosotros mismos, que es lo que sucede en la moral. Podemos afirmar con certeza bastantes verdades, pero, como Sócrates enseñaba, nunca terminamos de conocernos, ya que, cuanto más lo hacemos, más conscientes somos de todo lo que nos queda por saber.
Esa inteligencia en su uso teórico también se hace práctica cuando se dirige al obrar: su objeto es ahora la verdad de las cosas, pero como medida del obrar. Así, la inteligencia teórica que conoce la verdad, al volverse práctica, le indica a la voluntad el bien que debe querer, ya que, la verdad y el bien de las cosas se identifican. De esta manera, la persona es capaz de querer el bien. La libertad humana, fundadora de la instancia moral, es una propiedad importante de la persona. Nuestra última realización, la felicidad, la queremos necesariamente; pero con respecto a los medios, y no al fin, somos libres.
- LA ÉTICA Y LA MORAL.
Existe una diferencia fundamental entre el comportamiento animal y la acción humana. Mientras que el primero está gobernado por el instinto, la segunda se caracteriza por una gran flexibilidad para el aprendizaje. La acción animal aparece programada o determinada, y el comportamiento humano, en cambio, se caracteriza por ser abierto y libre. Precisamente este carácter libre y abierto de la acción es lo que hace al ser humano responsable de sus actos.
La conciencia moral es la que orienta nuestra conducta en la dirección que consideramos correcta y la que nos permite juzgar las acciones como buenas o malas, no solo las nuestras, sino también las de los demás.
2.1. No son lo mismo.
En nuestras sociedades, cada vez se habla más de la necesidad de un comportamiento ético, no solo en el plano individual, sino también en el colectivo. La ética responde a esta necesidad al elaborar y verificar afirmaciones o juicios. Cuando empleamos sentencias éticas, valoramos moralmente a personas, situaciones, cosas o acciones. Empleamos juicios morales cuando, por ejemplo, afirmamos que esa profesora es justa o esa compañera es solidaria. En estas declaraciones aparecen los términos “justa” y “solidaria”, que implican valoraciones de tipo moral.
La palabra moral traduce la expresión latina “moralis”, que derivaba de “mos”, y significaba “costumbre”. A pesar del profundo parentesco con la palabra griega “ethos”, la palabra “moralis” tendió a aplicarse a las normas concretas que han de regir las acciones. Son las costumbres de un grupo sobre lo que es correcto o incorrecto.
La palabra ética proviene del griego “ethos” que primitivamente significaba “estancia”, “lugar donde se habita”. Posteriormente, Aristóteles afinó ese sentido y, a partir de él, pasa a significar “manera de ser”, “carácter”. De esta concepción se desprende que una persona puede moldear, forjar o construir su modo de ser o ethos. La ética elabora principios que guían el comportamiento de un individuo, ayudándole a distinguir el bien del mal.
La moral y la ética se distinguen y se complementan. Del mismo modo que teoría y práctica interaccionan, los principios éticos regulan el comportamiento moral, pero este comportamiento incide y altera los mismos principios. Como decía el profesor Aranguren, la moral es una “moral vivida” y la ética es una “moral pensada”.
DEFINICIÓN |
EJEMPLO |
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MORAL |
*Práctica *Moral vivida. *Da pautas para la vida cotidiana. *Se refiere a normas para un colectivo *Influye en la conducta de una persona desde el exterior o desde el inconsciente. |
*La moral cristiana prohíbe matar. *La eutanasia no debe aplicarse. *Ser generosos. *Vivir de acuerdo con las normas de la sociedad. *No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti. |
ÉTICA |
*Teórica. Reflexión sobre la moral. *Moral pensada. *Enuncia principios generales o universales inspiradores de toda conducta. *Se refiere a normas para el individuo. *Influye en la conducta de una persona desde su misma conciencia y voluntad. |
*La ética reflexiona sobre la pena de muerte. *Reflexiona sobre la eutanasia. Proponiendo normas individuales. *Solidaridad, altruismo. *Igualdad, justicia. *Transparencia, honestidad. |
- EL DESARROLLO MORAL DEL INDIVIDUO.
El carácter se va haciendo día a día sobre nuestras acciones. Por ello tenemos que sentirnos responsables de él. Ahora bien, una vez el carácter está formado, influye y condiciona fuertemente nuestras acciones concretas. Así, a una persona respetuosa le será más fácil respetar a sus semejantes en las situaciones puntuales del día a día que a una persona que no lo es. No justificamos todas nuestras decisiones del mismo modo, ni uno mismo a lo largo de su vida argumenta con razones idénticas: nuestra conciencia moral sigue un proceso de crecimiento o de madurez. Una de las funciones de la conciencia moral es la de formular juicios sobre lo que debemos hacer o tenemos que rechazar. Sobre el bien y el mal.
Los psicólogos J. Piaget y L. Kohlberg han estudiado con especial interés el proceso de maduración de la conciencia moral. Kohlberg divide este proceso en tres grandes etapas distribuidas, a su vez, en dos estadios sucesivos, que no deben confundirse con los períodos de crecimiento del ser humano, ya que algunos individuos no llegan a alcanzar una plena madurez moral en toda su vida:
*Nivel preconvencional. Estadio 1. “de la obediencia a la autoridad”: En el estadio de la obediencia a la autoridad las normas proceden de alguien con autoridad y se respetan por miedo al castigo. Un ejemplo sería: si cojo las cosas de mis amigos, mis padres me castigarán. Estadio 2. del “individualismo egocéntrico”: se asumen como propias las normas que favorecen los intereses personales y los de los demás, si generan intercambio. Como ejemplo: tengo que ayudar a Pablo con matemáticas o no me invitará a su fiesta de cumpleaños.
Cuando una persona está en este nivel se dice que es heterónoma porque acepta las normas que han sido propuestas por otros.
*Nivel convencional. Estadio 3. “buen chico, buena chica” : se actúa en función de lo que se cree que los demás esperan de uno. El deseo de agradar reemplaza al castigo como fuerza moral. El ejemplo sería: “Si mis padres supieran que voy, se decepcionarían. Además, ¡qué pensarían mis amigos si se enteraran! Estadio 4.“respeto al orden social”: la conducta se inspira en la lealtad a las instituciones sociales. Se asumen las normas porque se siente la necesidad de comprometerse con los intereses generales de la sociedad. Ejemplo: si cada cual hiciera lo que se le antojara sin respetar las normas, esto sería un desastre.
*Nivel posconvencional. Estadio 5: “relativismo contractualista”: se reconoce la existencia de derechos humanos universales. Se descubre el carácter relativo de las normas, pero se aceptan las propias por estar basadas en el consenso. Ejemplo: si los sijs quieren vivir aquí, tiene que ponerse el casco cuando van en moto, aunque eso los obligue a quitarse el turbante. Estadio 6. “principios éticos universales y autonomía moral”: se toma conciencia de la existencia de principios universales que están por encima de las normas legales. En este estadio se alcanza la plena autonomía moral que consiste en que el sujeto se dé a sí mismo sus normas morales. El ejemplo: la dignidad humana debe ser respetada siempre por encima de cualquier beneficio personal que se pudiera obtener a cambio.
- UNIVERSALISMO Y RELATIVISMO MORAL.
En la historia de la filosofía, la oposición entre universalismo y relativismo moral se plantea con las posiciones de Sócrates y los sofistas:
*El universalismo moral es la postura ética que defiende la existencia de una verdad moral sobre cada cuestión moral. Sócrates fue un defensor explícito del universalismo moral, que consideraba un vínculo indestructible con la razón humana. Esta perspectiva del pensamiento socrático se oponía al convencionalismo moral de los sofistas.
*El convencionalismo es la creencia, opinión, procedimiento o actitud que considera como verdaderos aquellos usos y costumbres, principios, valores o normas que rigen el comportamiento social o personal, entendiendo que estos están basados en acuerdos implícitos o explícitos de un grupo social, más que en la realidad externa. El convencionalismo ético está relacionado con el relativismo moral y se opone al universalismo.
Una de las defensas del universalismo moral radica en la consideración de que la moral permite dictar responsabilidades y obligaciones, lo que implica deberes éticos, y permite mantener un sentido de orden y de valores universales en la sociedad. Esta postura está presente, por ejemplo, en la ética cristiana, en la kantiana y en la utilitarista.
El relativismo es una posición filosófica que defiende que todos los puntos de vista son igualmente válidos y que toda la verdad es relativa al individuo. Esto significa que todas las posiciones morales, todos los sistemas religiosos, todas las formas de arte, todos los movimientos políticos son verdades que son relativas a los individuos.
Desde el ámbito de la ética, el relativismo afirma que toda moral es relativa al grupo social dentro del cual se construye. Algunas expresiones del relativismo son comentarios tales como: “esa es su verdad, no la mía”, “esto es verdad para usted, pero no para mí”, “no existen las verdades absolutas”.
El relativismo es conceptualmente próximo al escepticismo. Sus defensores afirman que el relativismo salvaguarda la subjetividad y promueve el respeto hacia opiniones diversas y culturas distintas. Puede ser un relativismo fuerte o absoluto, o una afirmación limitada a un solo campo. El relativismo tiene muchas connotaciones pragmáticas y éticas, teoréticas, morales y culturales.
En definitiva, el absolutismo moral, que es más bien normativo, nos dice que existen valores morales que son:
*Universales. Se aplican a todos sin excepción. Por ejemplo, nadie debe matar a otra persona.
*Objetivos. No dependen del contexto o punto de vista. Por ejemplo, no existe situación particular en la cual se pueda matar.
*Inmutables. No cambian con el tiempo. Por ejemplo, la prohibición de matar es eterna.
Los derechos humanos pueden ser otro ejemplo de absolutismo moral.
El relativismo moral es más bien descriptivo. Nos dice que los valores morales son “relativos” a la cultura, la historia, las tradiciones, los recursos económicos y naturales, la tecnología, la biología, etc. El relativismo moral apunta a contemplar la diversidad humana, pero, al mismo tiempo, no tiene sentido negar que los humanos son semejantes entre ellos y en ese sentido podemos encontrar valores absolutos.
- LAS TEORÍAS ÉTICAS.
Una teoría ética es una teoría filosófica que intenta fundamentar la moral, que intenta justificar su validez y legitimidad. Como toda moral, la teoría ética consiste en una serie de preceptos o normas (por ejemplo, busca el término medio o haz lo que beneficie a la mayoría) y una serie de valores (por ejemplo, la templanza, la utilidad o la felicidad). La teoría deberá justificar precisamente estas normas y valores.
Según el tipo de fundamento que proporcione, hablaremos de un tipo de teoría ética o de otro. Así, serán teorías distintas las que conciben y defienden la moral como una búsqueda de la vida buena o como el cumplimiento del deber.
5.1. El origen de la ética occidental: Sócrates y los sofistas.
La ética es una rama de la filosofía que se ocupa del estudio racional de la moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir. Requiere la reflexión y la argumentación. El estudio de la ética se remonta a los orígenes mismos de la filosofía en la Antigua Grecia, y su desarrollo histórico ha sido amplio y variado.
Con los griegos se inician una serie de reflexiones éticas y políticas que llegan hasta nuestros días. Tales reflexiones no se hicieron en abstracto, sino que se enraízan en acontecimientos políticos concretos.
5.1.1. La moral convencional de los sofistas.
Los sofistas (Atenas, siglo V a.C.) fueron los primeros en sistematizar algunos de los contenidos de la ética y adoptaron posiciones relativistas y escépticas. Defendían que no solo la organización política que reflejan las leyes son convencionales, también lo es la moral.
*La moral es convencional porque si fuese de origen divino o natural todos los hombres sabrían por naturaleza qué es lo bueno y qué es lo malo. Pero el hecho es que no existe unanimidad de criterio respecto a qué es bueno o malo, justo o injusto de un modo absoluto.
*La moral es convencional porque los valores y las normas cambian a través del tiempo y son diferentes de unas culturas a otras. Esta es la tesis del relativismo moral y cultural, defendida por primera vez por los sofistas. Lo único que permanece inmutable es la naturaleza humana, que vendría a ser lo esencial del ser humano si eliminamos todo aquello que hemos ido adquiriendo por las enseñanzas recibidas.
Según los sofistas, solo existen dos normas naturales de comportamiento: la búsqueda del placer y el dominio del más fuerte. Como conclusión, para los sofistas la moral es o bien antinatural (al privilegiar el ascetismo y el sometimiento) o bien contraria a la naturaleza.
5.1.2. El intelectualismo moral de Sócrates.
Para Sócrates el objetivo de su filosofía era el ser humano y sobre todo la ética y la política. Para él era muy importante salvar la moral del relativismo y escepticismo a los que la habían relegado los sofistas. Si nadie se interesa por conocer lo que es bueno o malo, justo o injusto, entonces reinará el caos personal y social.
La vida moral y política necesita criterios claros sobre estos valores para poder desarrollarse adecuadamente. La posición de Sócrates en lo referente a la moral suele ser calificada como un intelectualismo moral. Según esta teoría, nadie obra mal a sabiendas. Quien conoce el bien, actuará correctamente. Así, el saber es idéntico a la virtud.
Desde este punto de vista, no existe la culpa, sino la ignorancia, que consiste en valorar falsamente las cosas. La virtud no es algo externo, social, sino que es fruto de una indagación interior. La virtud es, esencialmente, conocimiento. Para saber si una persona es virtuosa primero es preciso definir qué es la virtud, el bien, la justicia, para evitar el particularismo y la casuística, que es ignorancia.
Todo lo particular es relativo y Sócrates pretende un conocimiento universal, útil para todo el mundo, válido para todas las situaciones, propio y exclusivo de la razón. Sócrates afirma que “solo sé que no sé nada” porque aún no ha llegado al conocimiento definitivo de la verdad. Y por este reconocimiento de su ignorancia se convierte en el más sabio de los hombres, según el oráculo de Delfos. Por medio del razonamiento (logos), Sócrates descubre la ley moral en el alma. El que lucha por seguir el logos descubre en qué consiste la virtud y, aún más, se puede considerar un hombre feliz.
5.2. Las éticas materiales y la búsqueda de la felicidad.
Las éticas de la felicidad, las éticas de la responsabilidad o las éticas materiales afirman que la conducta moral se determina por sus resultados. Una conducta es buena moralmente si nos permite conseguir un determinado fin, que normalmente coincide con la felicidad. Las características de las éticas de la felicidad son:
- Sus normas están dirigidas a la consecución de un bien supremo y fin último, que todos los seres humanos perseguimos y que coincide con la felicidad.
- En las distintas éticas materiales, la felicidad se entiende de diferente manera: placer, autorrealización, bienes materiales (éxito, dinero, fama), salvación eterna, justicia social utilidad individual o colectiva.
- Sus normas no pueden ser universales y necesarias. Son hipotéticas y no categóricas, ya que solo valen bajo ciertas condiciones, pues son medios para conseguir un fin: la felicidad entendida de una determinada manera. Pero no todos perseguimos ese fin ni entendemos la felicidad de esa manera.
Entre estas teorías éticas están el eudemonismo, el hedonismo, el estoicismo, la ética cristiana y el utilitarismo.
5.2.1. Eudemonismo.
Su creador es Aristóteles (siglo IV a. C.), uno de los pensadores más influyentes de la filosofía occidental. En su ética de la felicidad (eudemonismo) presupone que el bien supremo que todos los seres humanos perseguimos es la felicidad (eudaimonia, en griego). Desde luego eso es algo sobre lo que caben pocas dudas y la tarea de la reflexión ética será investigar qué es la felicidad y cómo conseguirla.
El ser humano es feliz cuando desarrolla del modo más perfecto posible su esencia y su función específica, es decir, cuando se autorrealiza como ser humano. Desde luego, los seres humanos realizamos múltiples actividades. La nutrición, la reproducción y el crecimiento las compartimos con todos los seres vivos, luego no son las más específicas. Otras actividades, como la capacidad de movernos, de sentir o de aprender, las compartimos con los animales, luego tampoco son las que buscamos. La única actividad que es propia y exclusiva de las personas es la capacidad de pensar y razonar. Así que seremos buenos y felices si conseguimos que nuestra vida sea lo más racional posible. Y el medio para conseguirlo es respetar dos tipos de normas a las que Aristóteles llama virtudes, de la que Aristóteles dice que “Es, por tanto, la virtud un hábito electivo que consiste en un término medio relativo a nosotros, determinado por la razón y por aquella por la cual decidirá el hombre prudente”. Aristóteles las divide en:
*Las virtudes éticas o morales. Se definen como el hábito de mantener nuestras emociones, sentimientos y deseos en un término medio, siendo los extremos, tanto por exceso como por defecto, vicios. Por ejemplo, la templanza es el término medio entre el libertinaje (vicio por exceso) y la insensibilidad (vicio por defecto). Aquí la virtud que nos conduce a la felicidad está en el término medio: la templanza. En nuestra conducta cotidiana debemos practicar las virtudes morales, que crean hábitos o repetición de actos.
*Las virtudes dianoéticas o intelectuales. Tienen como fin la aprehensión de los principios racionales. Son dos: la sabiduría y la prudencia. La prudencia es aquella virtud intelectual que nos posibilita juzgar adecuadamente sobre las cuestiones prácticas, de modo que nos permite saber qué es un verdadero bien y qué es un bien aparente. La prudencia nos permite ver cómo lo bueno es lo deseable para nosotros, aunque en un momento determinado no lo deseemos.
5.2.2. Hedonismo.
Su creador es el pensador griego Epicuro (siglo IV- III a. C.)que fundó un pensamiento que se sitúa en el polo opuesto a la filosofía platónica porque defiende la existencia de una única realidad, la sensible (frente a Platón que defiende dos realidades: la sensible y la inteligible), la corporeidad y mortalidad del alma (Platón defiende la inmortalidad del alma), una ética basada en la sencillez, la autosuficiencia y el placer, y un manifiesto desapego por la política.
Según el hedonismo, el bien supremo, aquello que todos los seres humanos perseguimos y que nos llevará a la felicidad, es el placer (hedone). Maximizar el placer y minimizar el dolor es el objetivo prioritario de nuestra vida. La ataraxia es ese estado de placer que implica ausencia de dolor.
La persona sabia es justamente aquella que sabe hacer el cálculo y sabe a qué placeres decir sí y hasta dónde, y qué sufrimientos rechazar o aceptar según convenga. Para poder hacer ese cálculo, Epicuro distingue tres tipos de deseos y nos da normas para satisfacerlos, y así maximizar el placer y minimizar el dolor:
*Deseos naturales y necesarios. Más que deseos son necesidades primarias y biológicas: alimentarse, beber y dormir. Su satisfacción siempre hace feliz al ser humano.
*Deseos naturales y no necesarios. Nacen del deseo de los seres humanos de variar y obtener más placer de la vida. Por ejemplo, satisfacer el apetito con un plato exquisito y no con un trozo de pan, satisfacer la sed con un zumo y no con agua, y dormir en la más cómoda de las camas. Estos deseos debemos moderarlos.
*Deseos no naturales y no necesarios. El lujo, el poder, la riqueza, la fama, la gloria, el prestigio y los honores. A estos deseos debemos renunciar, pues no se sacian nunca, cuanto más tenemos, más queremos.
5.2.3. Estoicismo.
Su creador es el pensador griego Zenón (siglo IV a C.). Sus ideas tuvieron un gran éxito siglos más tarde y entre personalidades de las clases sociales más dispares: esclavos, como Epicteto, filósofos, como el cordobés Séneca, y emperadores romanos, como Marco Aurelio.
Según los estoicos, todo el universo y cuanto en él sucede (por supuesto, también la vida de cada uno de nosotros) está regido, dirigido y determinado por una ley, principio o razón universal que todo controla y domina.
El ser humano debe someterse a la necesidad de la naturaleza, tal y como se expresa en la máxima moral estoica: “vive de acuerdo con la naturaleza”. Esta aceptación del destino nos lleva al ideal ético, que consiste en la tranquilidad de ánimo y la imperturbabilidad (apátheia): permanecer impasibles ante todo aquello que no depende de nosotros, que en ocasiones puede ser el amor, el éxito, la salud y la riqueza, siempre la muerte y los golpes de la fortuna. Nuestro objetivo es la no resistencia a lo que es y no puede no ser, a través del autocontrol, el autodominio y la eliminación de las pasiones (el dolor, el temor, el deseo que nos encadena y las emociones que nos arrastran). Es decir, nuestro objetivo es comprender y aceptar lo que no podemos cambiar. La norma moral para conseguir semejante objetivo es un férreo dominio de la voluntad, una disciplina casi inhumana.
5.2.4. Ética utilitarista.
Los principales representantes de esta teoría ética son los filósofos ingleses J. Bentham (1748-1832) y J. Stuart Mill (1806-1873)
Según esta doctrina, nuestra conducta debe regirse por el principio de utilidad o interés de la mayoría. De ahí el principio utilitarista por excelencia: una acción es buena cuando produce la mayor felicidad para el mayor número de personas. En cada acción debemos calcular la cantidad de utilidad o inutilidad que proporcionará. Pero como el ser humano vive en sociedad, el cálculo del interés debe hacerse en relación con la utilidad colectiva.
El principio básico de moralidad y justicia es que la felicidad de los individuos debe ser compatible con la felicidad del conjunto. Las leyes e instituciones sociales han de jugar un papel básico en la promoción de los intereses públicos y en su conciliación con los intereses privados.
5.3. Las éticas formales o del deber.
Las normas de las éticas formales o del deber están formuladas de manera categórica y sus principales características son:
*Establecen la forma general o intención con la que debemos actuar, sea cual sea la conducta concreta de que se trate.
*Una conducta es buena si está realizada con una determinada intención. Por ejemplo, respetar nuestro deber o ser fieles a nosotros mismos, independientemente de los resultados y, por tanto, de si mi conducta me hace feliz o no.
5.3.1. La buena voluntad kantiana.
Para el filósofo I. Kant (1724-1804) lo que hace buena una conducta no es la conducta misma sino la intención con que la realizamos. Para comprender con qué intención debemos actuar para que nuestra conducta sea moralmente buena debemos tener en cuenta los tres tipos de acciones que Kant distingue:
*Las contrarias al deber. Estas acciones son inmorales.
*Las conformes al deber, pero realizadas por interés o miedo. Estas acciones carecen de valor moral.
*Las conformes al deber y realizadas por respeto al deber. Solo estas acciones son moralmente buenas.
Para Kant, la voluntad es la facultad gracias a la cual podemos determinar nuestra conducta en virtud de principios. Es el motor de la acción moral. La voluntad es buena en sí misma porque la persona actúa en sus comportamientos morales exclusivamente por deber. Aunque luego las acciones que el sujeto hace puedan verse truncadas en su intención o puedan tener consecuencias no queridas por el sujeto e incluso contrarias a la felicidad de los demás. La buena voluntad es la que interviene cuando queremos hacer el deber por el deber.
Para Kant el deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley. Obrar por deber es reconocer que se debe hacer algo o no porque la ley moral lo exige y debe ser respetada aun en contra de mis intereses e inclinaciones.
La ética kantiana es una ética autónoma, pues es cada persona quien en cada caso aplica el imperativo categórico, dándose a sí misma su propia ley moral y estableciendo su deber independientemente de causas externas. El imperativo categórico ordena de manera absoluta, universal y necesaria. No depende de las circunstancias o de si me hace o no feliz, sino que manda incondicionalmente. Una de sus formulaciones es “obra siempre de tal manera que puedas desear que la norma de tu conducta se torne ley universal”.
5.3.2. La ética comunicativa o del discurso.
Representada sobre todo por el filósofo alemán J. Habermas (1929), el objetivo de la ética comunicativa o del discurso es establecer las condiciones en las que una comunidad podría alcanzar, a través del diálogo, un consenso universal sobre cuáles deben ser sus valores, normas y fines morales. Las normas acordadas para conseguir esa emancipación tienen como referente la situación concreta de la comunidad y no tienen carácter definitivo. Son normas históricamente revisables, expuestas a ulteriores procesos de diálogo, como aquellos en que han sido producidas.
Según el autor, las condiciones que deben cumplirse para alcanzar consensos que respondan verdaderamente a los intereses de los interlocutores son:
*El diálogo debe ser público e inclusivo. No puede excluirse a nadie que pueda hacer una aportación relevante.
*Igualdad en el ejercicio de las facultades de comunicación. A todos se les concede las mismas oportunidades para expresarse sobre la materia.
*Exclusión del engaño y la ilusión. Los participantes deben creer lo que dicen.
*Ausencia de coacciones. La comunicación debe estar libre de restricciones, ya que estas evitan que el mejor argumento pueda salir a la luz y predeterminan el resultado de la discusión.
5.4. Ética de mínimos y ética de máximos.
La pensadora española Adela Cortina (1947) distingue dos niveles en la ética:
*La ética de mínimos. Está formada por los elementos básicos en los que todos podemos estar de acuerdo y que posibilitan la convivencia y la tolerancia. Es el nivel de mínimos el que asegura el respeto y la vida democrática. Los mínimos morales que una sociedad democrática debe transmitir son principios, valores, actitudes y hábitos a los que no se puede renunciar, pues hacerlo sería renunciar, a la vez, a la propia humanidad. La ética de mínimos tiene como ideal la justicia. Según la autora, “las éticas de justicia se ocupan de aquellos deberes de justicia que son exigibles a cualquier ser racional que se deje llevar por intereses universalizables”. Las éticas de mínimos son sostenibles y globales.
*La ética de máximos. Los máximos son los ideales de vida buena, los modelos de excelencia que cada persona considera como más perfectos y a los que aspira. Estos modelos de perfección tienen un carácter individual, en el sentido de que no se pueden exigir a todo el mundo, ya que no todos compartimos la misma jerarquía de valores. Las éticas de la felicidad y de la dicha, entre las que se encuentran las morales cristianas, son éticas de máximos. Estas éticas promueven ideales de vida buena, y en la medida en que resulta buena, se aconseja y se invita a seguir, pero no se exige cumplir.
- TEORÍAS DE LA JUSTICIA.
La palabra “justicia” proviene del latín “Ars Iuris”. La justicia, entendida como virtud humana, puede ser definida como el arte de hacer lo justo y de dar a cada uno lo suyo. Es la virtud de cumplir y respetar el derecho, es el exigir sus derechos, es otorgar los derechos a un individuo.
La justicia no solo hace referencia al conjunto de normas impuestas a una sociedad, sino que implica también la equidad entre sus miembros. La justicia y lo justo varían de persona a persona, lo que permite que, en la vida cotidiana, existan diferencias entre aquello que, por ejemplo, una madre y una hija consideren justo en torno a determinada situación.
Desde el punto de vista individual, la virtud de la justicia es, según Aranguren (filósofo español del siglo XX), el hábito consistente en la voluntad de dar a cada uno lo suyo. Pero esta voluntad puede ser tanto privada como pública, es decir, puede referirse tanto a los individuos como al orden social en general. Dependiendo de qué entendamos por lo suyo, tendremos una concepción u otra de la justicia.
Tanto en la Antigua Grecia como en nuestros días, la justicia también es una virtud propia del ámbito político.
Aristóteles nos habló de lo que habríamos de entender como justicia política. Para poder ampararse en esta forma de justicia es imprescindible que en nuestra comunidad política existan unos individuos capaces de garantizar y vigilar el cumplimiento de las leyes. Esta competencia es la propia de los jueces, expertos en el conocimiento de la ley y en el ejercicio de una objetividad neutral, que tienen la capacidad de intervenir en la resolución de ciertos conflictos. Sin embargo, esta justicia solo puede entenderse como una verdadera virtud en un marco ideal en el que todas las leyes fueran efectivamente justas.
Entre las diversas teorías sobre la justicia, destacamos las siguientes:
*Platón. El filósofo griego entiende la justicia como armonía social. En su obra La República propone que los gobernantes de la ciudad ideal se transformen en los individuos más justos y sabios (o sea, en filósofos) o bien que los individuos más justos y sabios de la comunidad (es decir, los filósofos) se transformen en sus gobernantes.
*Aristóteles. Este autor entiende la justicia como igualdad proporcional. Su propuesta es dar a cada uno lo que es suyo o lo que le corresponde. Dice que lo que le corresponde a cada ciudadano tiene que estar en proporción con su contribución a la sociedad, sus necesidades y sus méritos personales.
*Tomás de Aquino y la ley natural. Dice que los ciudadanos han de tener los derechos naturales, que son los que Dios les da. Estos derechos aportarán algunos de los contenidos a la futura Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948).
*Los utilitaristas. Para ellos las instituciones públicas se componen de una forma justa cuando consiguen maximizar la utilidad agregada, con significado de felicidad. Según esta teoría, lo justo es lo que beneficia al mayor número de personas a la vez.
*J. Rawls. Define la justicia como equidad, que consiste básicamente en el principio de igual distribución de la libertad, el principio de distribución equitativa de oportunidades y el principio de la diferencia. Rawls define estos principios así:
-Principio de igual distribución de la libertad. “Cada persona debe tener un derecho igual al más amplio sistema total de libertades básicas, compatible con un sistema similar de libertad para todos”.
-Principio de distribución equitativa de oportunidades. “Las desigualdades económicas y sociales deben ser estructuradas de manera que sean para:
- a) mayor beneficio de los menos aventajados, de acuerdo con un principio de ahorro justo (principio de la diferencia)
- b) unido a que los cargos y las funciones sean asequibles a todos, bajo condiciones de justa igualdad de oportunidades”.
7.ACTIVIDADES.
¿Qué sabes de la racionalidad práctica?
¿Qué relación hay entre razón práctica, razón teórica e inteligencia emocional?
Explica las semejanzas y las diferencias entre los sofistas y Sócrates.
¿Qué sabes de la Ética?
¿Es lo mismo moral que ética?
Define: autonomía, heteronomía, virtud, relativismo, universalismo, utilitarismo, deber moral, ética de máximos, ética de mínimos, eudemonismo, hedonismo.
Haz un esquema de las éticas materiales.
Haz un esquema de las éticas formales.
¿Qué diferencias observas entre las éticas materiales y las éticas formales?
¿El concepto de justicia ha variado a lo largo de la historia de la filosofía? Explícate.
- TEXTOS.
Texto 1: “A fin de hallar un principio que regule esas desigualdades, recurrimos a nuestras más firmes convicciones razonadas sobre derechos y libertades básicas iguales, sobre el valor equitativo de las libertades políticas y sobre la igualdad equitativa de oportunidades. Salimos de la esfera de la justicia distributiva en sentido estricto para ver si podemos aislar un principio distributivo apropiado valiéndonos de esas convicciones más firmes, toda vez que sus elementos esenciales son representados en la posición original como un mecanismo de representación. Este mecanismo está pensado para ayudarnos a decidir qué principio, o principios, seleccionarían los representantes de ciudadanos libres e iguales para regular las desigualdades sociales y económicas en esas perspectivas globales de vida, cuando asumen que ya están aseguradas las libertades básicas iguales y la equidad de oportunidades”. (Rawls, J.: La justicia como equidad. Una reformulación)
- El autor del texto nos habla de justicia distributiva. Averigua el significado de esta clase de justicia.
- ¿A qué equivale la justicia para el autor? Razona tu repuesta.
- Averigua algunos datos biográficos del autor.
Texto 2: “Entendí que el pluralismo moral consiste en la convivencia de distintas “éticas de máximos”, distintas propuestas de vida feliz, que pueden hacer convivir precisamente porque comparten unos valores y principios de justicia, unos mínimos de justicia (una “ética mínima”), por debajo de los cuales no se puede descender sin caer bajo mínimos de humanidad. La “fórmula mágica del pluralismo moral” consistiría entonces en “compartir unos mínimos de justicia y respetar activamente unos máximos de felicidad y de sentido”. Las sociedades moralmente pluralistas, entonces, se sitúan más allá del monismo moral y del politeísmo moral. El monismo moral consiste en creer que existe un único código moral, una única propuesta de felicidad, que debe imponerse a todos los ciudadanos porque es la verdadera. El politeísmo moral consiste, en el extremo opuesto, en considerar que los distintos códigos morales son hasta tal punto diferentes que es imposible que entablen entre ellos un diálogo y encuentren valores y principios compartidos” (Cortina, A.: Democracia, participación y ciudadanía)
- Indica el significado de pluralismo moral para la autora.
- Después de leer el texto, establece la diferencia entre ética de máximos y ética de mínimos.
- ¿Qué valores crees que compartimos en la sociedad actual? Indica algunos.
Texto 3. “¿Cuál es el bien supremo de todos los que podemos alcanzar por medio de la acción? Casi todo el mundo está de acuerdo en cuanto a su nombre, pues tanto la gente como las personas cultivadas dicen que es la felicidad, y admiten que vivir bien y obrar bien es lo mismo que ser feliz. Pero acerca de qué es la felicidad, dudan y no lo explican del mismo modo el vulgo y los sabios” (Aristóteles. Ética a Nicómaco)
- ¿Qué es la felicidad para Aristóteles?
- ¿Todos concebimos la felicidad de la misma manera? Razona tu respuesta.
BIBLIOGRAFÍA:
AA.VV. Filosofía. Serie Reflexiona. Editorial Santillana. Madrid. 2015
Ríos Pedraza F. Filosofía Bachillerato. Editorial Oxford Educación. Madrid. 2015
Corcho Orrit R. y Corcho Asenjo A. Filosofía 1. Editorial Bruño. Madrid 2015
- VV. Filosofía 1. Editorial Edebé. Barcelona. 2015
- VV. Filosofía. Bachillerato 01. Editorial Edelvives. Laberinto. Zaragoza. 2015
- VV. Filosofía. 1º Bachillerato. Editorial Mc Graw Hill. Madrid. 2019)