El siglo XIII fue el momento culminante del desarrollo de dos órdenes religiosas: los franciscanos y los dominicos (a los que pertenecía Tomás de Aquino). La orden los de los franciscanos fue fundada por Francisco de Asís (1181-1226) y que a menudo se contrapuso a la vertiente tomista. Inmediatamente después de la muerte de santo Tomás, se inició una fuerte disputa entre sus partidarios y los que exigían un retorno a los planteamientos de san Agustín. La oposición más intensa provenía de los franciscanos, con los que Santo Tomás ya había tenido diferencias.

San Francisco de Asís, conocido como “el pobre de Asís”, fundó la orden de los franciscanos. Miembro de una familia adinerada, abandonó todos sus bienes para dedicarse a predicar y a vivir en Evangelio en extrema pobreza. Por su testimonio de vida y su amor a la naturaleza         ( plantas, animales y el mismo Sol), se convirtió en un modelo de santidad muy auténtico y atractivo.

De acuerdo con los principios de su fundador, los franciscanos valoraban más las razones del corazón que las de la lógica. Todos ellos destacaron el papel de la voluntad, el amor y de los elementos místicos.

Algunos de los pensadores más relevantes de esta orden fueron:

-San Buenaventura (1221-1274), siguiendo la tradición agustiniana, afirmó que el ser humano posee una luz intelectual que posibilita el conocimiento. Esta teoría rechaza la doctrina tomista-aristotélica, según la cual el conocimiento es fruto de la abstracción, y esta abstracción parte necesariamente de la experiencia de los sentidos.

-Roger Bacon (1210-1294), de acuerdo con la tradición de la Universidad de Oxford, se centró en el estudio de las ciencias naturales. Afirmó la importancia de la observación y la experimentación y concedió un lugar privilegiado al saber matemático.

-Duns Escoto(1266-1308) fue uno de los franciscanos que no aceptaron ni el intelectualismo ni el racionalismo propugnados por Tomás de Aquino. Según santo Tomás, Dios es inteligencia y razón infinita, y el ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios, es inteligencia y razón finita. Consecuentemente, el entendimiento humano puede descubrir algo de la ley eterna y divina. Para Duns Escoto, por el contrario, Dios es libertad infinita e incondicional. Ante esta libertad o espontánea voluntad divina, la razón es impotente: no puede acceder a ningún conocimiento de Dios ni a ninguna ley eterna. Esta teoría de Scoto se conoce como voluntarismo.

(AA.VV. Historia de la Filosofía 2. Editorial Edebé. Barcelona 2016)