Aristóteles distingue dos tipos de seres naturales: los animados y los inanimados. A diferencia de los inanimados, los animados poseen un principio vital que les proporciona la vida. Es el alma o psique.
Para explicar qué es el alma, Aristóteles recurre a dos de sus principales doctrinas generales sobre el ser:
*El hilemorfismo. Según esta concepción de la realidad, todos los seres naturales están compuestos de materia y forma. En lo que respecta al caso particular de los seres vivos, esta composición la formarían el cuerpo y al alma.
El cuerpo es el sustrato material del ser vivo, y el alma es la forma sustancial que da vida al cuerpo.
*Las nociones de acto y potencia. En los seres vivos, el cuerpo tiene vida en potencia, y el alma es la encargada de que la potencia vital del cuerpo pase a estar en acto para que el ser en cuestión pueda estar vivo.
El alma es vida en acto que actualiza la posibilidad e estar vivo que estaba ya presente en el cuerpo.
Una consecuencia inmediata de la concepción aristotélica del alma es que todos los seres vivos poseen alma, y no solo los seres humanos. Si el alma es lo que actualiza la vida en un cuerpo orgánico, no se puede estar vivo sin tener un alma. Así, poseer un alma precisamente es lo que diferencia a los seres vivos de los seres inanimados, como una roca o un metal. El alma es la forma de un cuerpo que actualiza en él la posibilidad de estar vivo, tanto si se trata de un ser humano, como si es un animal o un vegetal.
El hecho de que todos los seres vivos tengan alma no implica que todas las almas tengan capacidades idénticas. Aristóteles realizó una clasificación de las funciones vitales para poder identificar los distintos tipos de almas que forman parte de los seres vivos y lo que estos pueden realizar en función de esta tipología:
-La forma inferior es el alma vegetativa o nutritiva que ejerce las funciones de nutrición, crecimiento y reproducción. Es la propia de los vegetales, mientras que, en los demás seres vivos, sus funciones están asumidas por los otros tipos de alma.
-Los animales poseen alma sensitiva, que les permite tener percepción sensible, deseo, movimiento y, en muchos casos, imaginación y memoria.
-El grado superior lo ocupa el alma intelectiva o racional. Ésta asume las funciones vegetativas y sensitivas, y además hace posible el pensamiento científico o conocimiento teórico, que busca la verdad en sí, y el pensamiento práctico, conocimiento que busca la verdad con miras al comportamiento práctico.
De esta teoría no debe interpretarse que el ser humano tiene tres almas y los animales dos. Por el contrario, cada ser vivo posee solamente un alma, que es forma de su cuerpo. Esta alma le permite desarrollar unas actividades que le son específicas y otras que comparte con otros seres inferiores en la escala biológica. Así, el alma racional permite realizar actividades intelectuales, como pensar, comunicarse, etc., pero también capacita para moverse y tener sensaciones, como le sucede a los que poseen un alma sensitiva, además de alimentarse, crecer y reproducirse, funciones que, aunque son específicas del alma vegetativa, también pueden ser asumidas por los otros dos tipos de alma, que son superiores.
Según Aristóteles, el alma humana es el tipo de alma superior porque posee funciones de carácter racional. Estas funciones son, en primer lugar, las relativas al conocimiento, mediante las que somos capaces de captar las formas sustanciales de las cosas; en segundo lugar, las que se refieren a nuestra tendencia e inclinación hacia aquello que hemos conocido y nos parece conveniente, agradable o, en general, bueno, y puesto que nos parece bueno o agradable de una manera racional, podemos elegir, preferir y decidir sobre lo más conveniente, a diferencia de los simples animales, que se limitan a desear o apetecer.
En el marco de la filosofía aristotélica, Aristóteles introduce la noción de hábito, concebido como una capacidad del alma racional que consiste en una especie de retroalimentación que se produce como consecuencia de la actividad del entendimiento y de la voluntad. Así, a medida que adquirimos conocimiento en un determinado ámbito, se va formando en nosotros el hábito de la ciencia en cuestión, y nuestra inteligencia se ve reforzada y potenciada. El mismo proceso tiene lugar en la voluntad. Cuando la voluntad decide una y otra vez lo correcto en un campo de acción determinado, queda reforzada por hábitos morales que facilitan actuar bien y a través de los que se forja el carácter de la persona.
De esta concepción del alma se derivan dos importantes consecuencias:
*Rechazo del dualismo de Platón. El ser humano no es, para Aristóteles, un compuesto de dos elementos heterogéneos y con tendencias opuestas entre sí, ni el alma está en el cuerpo como en su cárcel. Muy al contrario, el estado natural del alma, es decir, su razón de ser, consiste precisamente en estar unida al cuerpo proporcionándole la forma y actualizando la vida en él. Un ser humano es la unión sustancial de cuerpo y alma, dos componentes que se complementan y se necesitan mutuamente.
*Ambigüedad con respecto a la posibilidad de que el alma exista separada del cuerpo. Aristóteles no tiene una posición clara y definida en relación con la inmortalidad del alma, que sí había defendido Platón. Por una parte, si el alma es principio vital que proporciona vida al cuerpo, parece lógico concluir que la muerte de un ser vivo consiste precisamente en la extinción de su alma. Pero, por otra parte, la función intelectiva del alma racional no depende de un órgano corporal y, por tanto, podría seguir existiendo separada del cuerpo. Además, Aristóteles en algunos textos se refiere al alma racional como de naturaleza divina, lo que parece apuntar a su carácter inmortal, pero no llega a precisar con claridad esta doctrina.
(Francisco Ríos Pedraza. Historia de la Filosofía. 2Bachillerato. Editorial Oxford. Madrid. 2023)